Lávate las manos con frecuencia. No toques nada… ni tu cara. Cero besos. Cero abrazos. Usa mascarilla. Quédate en casa. Tele estudia. Tele trabaja. Y si tienes que salir para trabajar o estudiar, mantente – mínimo – a 2 metros de tu compañero más próximo. No viajes a ninguna parte. ¡Ay de ti si usas medios de transporte masivo… buses, trenes, aviones! Y si te subes a un barco… prepárate para vivir – para siempre – en altamar.
Y así por el estilo. El impacto del Coronavirus en nuestras vidas es brutal. La pregunta es ¿y el Estado? ¿Acaso vamos a permitir que nuestro Estado siga tan indolente, inoperante, maltratador, y corrupto… como hasta ahora? ¡Nada que ver! El Estado tiene que cambiar tanto como la ciudadanía.
El viejo Einstein decía: “No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. Las crisis son la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque las crisis traen progresos”. ¡Genial!
Bueno pues. Más claro… ni el agua. Si queremos progresar – en medio de esta crisis – debemos cambiar. Por ejemplo – y a propósito del agua – ¿tiene sentido mantener el sistema municipal de suministro de agua potable a nivel nacional? Y la basura. ¿Qué hacemos con la basura en las calles, si los municipios no son capaces de recogerla? ¿Qué sentido tiene mantener tantísimas instituciones estatales que no educan, no curan, no protegen, y no juzgan? O sea, no sirven para nada… excepto para maltratarnos.
Y las colas. ¿Qué sentido tienen las colas, si la transformación digital del Estado está a nuestra disposición? Todos los permisos, licencias, y documentos oficiales deben ser digitales. Cero papeles, cero colas, cero coimas. Incluso, en el tema de las prisiones. Hasta cuándo tendremos que esperar a los grilletes electrónicos para que miles de presos – de baja peligrosidad – purguen sus penas en casa, y no vivan hacinados y chantajeados por avezados criminales y carceleros mafiosos.
La del estribo. Agua, Salud, Educación, y Seguridad. ¿Tanto le cuesta al Estado concentrarse en esas cuatro prioridades? ¡Qué sentido tiene gastar millonadas en burocracias inútiles, ostentosos palacios municipales, monumentos adefesieros, y todo tipo de elefantes blancos que no sirven para nada!
Si como consecuencia de esta crisis brutal, el Estado se reformara para dedicarse prioritariamente a mejorar los servicios de agua, salud, educación, y seguridad, diríamos – como el viejo Einstein – que la crisis habría traído progreso.
Algo así como… no hay mal – ni virus – que por bien no venga.