“Pueblo” es la palabra preferida de los políticos demagogos. Sin embargo, en su nombre – en nombre del Pueblo – se cometieron los crímenes más atroces de la historia de la humanidad. Eso ocurre actualmente en países como Venezuela, Cuba y Nicaragua. Pero nada como la ex Unión Soviética, la Alemania Nazi, la España Franquista, la China de Mao, entre otros, donde – también en nombre del pueblo – se apresaron, torturaron y mataron a millones de personas, simplemente por disentir de sus autoridades. Como se ve, la demagogia no tiene ideología. Puede ser de derecha o izquierda. El problema es la demagogia. Y el común denominador es la tiranía.
El Presidente Castillo – nuestro demagogo No. 1 y aspirante a tirano – también gusta de la palabra “Pueblo”. Tanto que en su discurso de asunción de mando, dijo que urge tener una Constitución con olor, color y sabor a Pueblo. ¿Qué quiso decir? No lo dijo de frente. Pero está claro que – para él y su equipo – una Constitución con sabor a pueblo significa un régimen comunista, estatista, totalitario, y – sobre todo – a perpetuidad.
Felizmente, los peruanos no hemos caído en su juego. El abrupto e incontenible descenso del índice de aprobación presidencial lo dice todo. Perú Libre – aquella organización criminal a la cual él pertenece – lo está llevando del pescuezo a la vacancia. Los peruanos – cada vez más – rechazamos la demagogia y la inoperancia del Presidente Castillo. El empobrecimiento que nos está trayendo lo convierte en un político fallido.
¿Cómo así nos estamos empobreciendo tan rápidamente? Pues por la falta de inversión privada, la cual se traduce en desempleo generalizado; y por la devaluación de nuestra moneda, la cual trae como consecuencia el alza generalizada de los precios de los alimentos, y el encarecimiento del gas doméstico, de los combustibles, de los fertilizantes e insumos para la agricultura y la industria, de todos los equipos importados… el empobrecimiento de los peruanos – es decir, del Pueblo – es generalizado y acelerado.
Efectivamente, ya pocos le creen el Presidente Castillo. La credibilidad presidencial está por los suelos. Su mensaje de lucha contra la corrupción más parece una broma. Dime con quién andas y te diré quién eres. A buen entendedor, pocas palabras. Su falta total de liderazgo – y la de sus ministros – se refleja en los constantes y violentos bloqueos de carreteras y quemas de vehículos e instalaciones de empresas mineras, petroleras y agrícolas. El problema es que muchos peruanos que dependen de dichas empresas, ya sea como trabajadores o proveedores de las empresas agraviadas – incluso ciudadanos que no tienen nada que ver en el asunto – sufren las consecuencias.
Así las cosas, el repudio del Pueblo hacia el Presidente demagogo es cada vez mayor, y cada vez más intenso. Por ello, ante la decadencia e inoperancia del Gobierno – incluida la inacción de los organismos de control del Estado – y ante la evidente corrupción de Gobernadores Regionales, Alcaldes, y demás funcionarios públicos, la ciudadanía – el Pueblo – está participando cada vez más decididamente en desenmascarar a estos sinvergüenzas. Y a los maltratadores, también.
Este artículo pretende marcar el derrotero del nuevo rol que nos toca a los ciudadanos de a pie… al Pueblo. Un Pueblo participativo y exigente respecto de nuestros derechos civiles. Un Pueblo confrontacional e intransigente frente a la corrupción en el Estado. Un Pueblo consciente de que – ante la corrupción y el maltrato – nosotros tendremos que asumir el rol de control y fiscalización de nuestro propio Estado.
¡Hay que rebelarnos! Es el turno de la verdad. Es el turno de la justicia. Es el turno del Pueblo.