La ley de municipalidades es parecida. Los servicios municipales de agua, alcantarillado, limpieza pública, y tráfico vehicular – en todo el país – van de mal en peor. La diosa coima se ha impuesto en – prácticamente – todos los trámites para el otorgamiento de licencias municipales.
El proceso de planificación y desarrollo urbano es un caos. La autoconstrucción – y viviendas inacabadas – son el común denominador de todas nuestras ciudades. Incluso, muchos alcaldes y regidores son los capos de las mafias de invasiones y tráfico de tierras. Seamos sinceros. La ley de municipalidades es otro fracaso normativo peruano.
Pero hay más. La súper manoseada ley general del trabajo… por ejemplo. La más demagógica y populista de todas las leyes peruanas. La que ofrece el oro y el moro a los empleados y obreros del país. Aunque – en la práctica – haya marginado al 70% de los trabajadores peruanos. Pero más grave aún es que – a pesar de su fracaso – muchos políticos e intelectuales insistan en ella.
La ley forestal es – también – otro fracaso nacional. A los hechos me remito. A pesar de tener uno de los potenciales forestales más grandes del mundo – como es nuestra colosal Amazonía – exportamos apenas US$ 200 millones al año. Me refiero a productos forestales. Mientras que Chile – sin tener nada parecido a nuestra riqueza forestal – exporta US$ 7,000 millones al año. O sea… ¡35 veces más!
¿Y qué decir de las leyes que regulan los sistemas de control del Estado? ¿Y las que regulan los sistemas de compras y contrataciones en el sector público? Pregunto: ¿en qué galaxia estuvieron los funcionarios de la Contraloría General de la República (CGR) y del Organismo Supervisor de las Contrataciones del Estado (OSCE) en los últimos años? ¿Cómo así se les pasaron – y se les siguen pasando – los descarados sobrecostos de las obras de infraestructura del Estado? Seamos sinceros. Las leyes en cuestión – o en todo caso, la CGR y el OSCE – también son un fracaso.
El hecho es que nuestras legislaciones de regionalización y de municipalización son un fracaso. La legislación laboral, igual. La legislación forestal ya sabemos… no pasa nada. Y la de los sistemas de control, y de compras y contrataciones del Estado… ya lo dije ¡se les escapan las tortugas!
No tapemos el sol con un dedo. Reconozcamos el fracaso de muchas leyes e instituciones de nuestro país. Si funcionan… bien. Pero si no… ¡para qué insistir en ellas! Mejor sería echarles tierrita.
Milton Friedman – premio Nobel de Economía 1976 – decía: “Uno de los más grandes errores es juzgar a las políticas y programas por sus intenciones, en lugar de por sus resultados”. ¡Cuánta verdad!