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ARTÍCULOFERNANDO CILLÓNIZ BENAVIDES

Lima, 21 de junio de 2022


Los peruanos estamos enfrentando un artero y descarado plan de desprestigio del sistema empresarial del país. La influencia pública del gobierno, algunos medios de comunicación; incluso, algunas universidades, se han puesto en juego para estimular el repudio colectivo generalizado en detrimento de un vasto sector del empresariado nacional.

En efecto, para muchas autoridades, periodistas, académicos, y demás, las empresas mineras, petroleras, bancarias, AFP´s, de salud, de educación, de transporte, de telefonía, de energía, constructoras, comerciales, y – por supuesto – agroexportadoras… todas son abusivas, explotadoras, corruptas, y evasoras de impuestos. Ninguna se salva. Así se expresa la gente que está detrás de este siniestro plan de desprestigio empresarial.

¡Ojo! No me estoy refiriendo a las empresas mercantilistas que lucran indebidamente obteniendo privilegios del Estado. Léanse las empresas del Club de la Construcción y sus hijas putativas, las empresas del Club Chino de la Construcción. Agréguense las numerosas empresas mercantilistas proveedoras de Petro Perú, EsSalud, Fuerzas Armadas y Policiales, Gobiernos Regionales y Municipales, y demás instituciones del Estado. Eso es corrupción… y punto.

Pero como he dicho tantas veces, las empresas no son corruptas. Corruptas son las personas que dirigen dichas empresas mercantilistas. Por ello, deben ser sancionados drásticamente. A ese respecto, la pregunta es ¿cuántas décadas de pena privativa de la libertad merecen esos delincuentes de cuello y corbata? ¡Esa debería ser la interrogante!

Pero no nos desviemos del tema. El descrédito de nuestras empresas – me refiero a las empresas correctas – ha llegado a tales extremos, que lo moral y lo legal han quedado relegados a los últimos planos. Con tal de desprestigiar a las empresas, el Gobierno permite bloqueos de carreteras y se rinde ante cobardes e incendiarios vandalismos terroristas. Se apedrean vehículos, se incendian ambulancias, se destruyen instalaciones empresariales… y no pasa nada. Incluso, el gobierno ordena a la Policía no hacer nada, exponiéndola a los más viles y humillantes ataques con piedras, palos, bombardas, pintura… ¡Infame!

En este estado de caos social, el Estado de Derecho pierde valor. Millones de peruanos – y extranjeros – vemos violentados nuestros derechos constitucionales al libre tránsito, al trabajo, a la propiedad privada, a la integridad física… y hasta nuestro derecho a la libertad de expresión y opinión.

El problema es que todo este desprestigio empresarial, deviene en la destrucción de la economía nacional. Millones de empresas, sobre todo micro y pequeñas empresas, cierran y despiden a sus trabajadores. Y con el desempleo vienen la pobreza y el hambre.

He ahí la causa principal de la crisis alimentaria de la cual se habla cada vez más en estos días. Y claro, el gobierno mediocre se escuda detrás de la pandemia y la guerra entre Rusia y Ucrania. Pero no. Por el gobierno corrupto e inoperante que tenemos, hay cada vez más ollas comunes en todo el país. Por ello hay cada vez más mendigos en las calles. Por ello la inseguridad y la violencia callejera están fuera de control. Porque la gente está sin trabajo… porque muchas empresas han cerrado.

¿Tan difícil resulta ver que las empresas – y no el Estado – son las grandes generadoras de empleo para los peruanos? ¿Acaso no ven la relación de interdependencia que existe entre las grandes y medianas empresas, con las micro y pequeñas? ¿No son capaces de entender que si caen las grandes empresas, caen también las pequeñas? ¿Acaso no ven que las empresas son las proveedoras de esa inmensa y variada gama de bienes y servicios que requiere la ciudadanía – y el Estado – para subsistir? ¿Acaso el Estado no vive de los tributos que pagan las empresas y sus trabajadores?

Frente a tales interrogantes cabe preguntarnos ¿quiénes están detrás del desprestigio empresarial en nuestro país? Pues bien, aunque parezca mentira, hay personas que ganan con la pobreza y el hambre de la gente. El narcotráfico y su aliado el terrorismo… por ejemplo. Efectivamente, tanto el narcotráfico como el terrorismo – ambos – se nutren de la pobreza y el hambre de la gente.

Por otro lado, la política corrupta y populista también gana con la pobreza de la gente. Eso de ofrecer el oro y el moro a los electores pobres – desesperados – suele favorecer a los políticos corruptos en su afán por conseguir votos en las elecciones políticas. Por eso, este gobierno populista, estatista y corrupto está metido en la colada del desprestigio empresarial en el país. Porque le conviene.

La pregunta entonces es: ¿estamos dispuestos a caer en la trampa? La respuesta – obviamente – debe ser un NO rotundo. TODOS los peruanos debemos rechazar el artero y descarado plan del Estado de desprestigiar al sector empresarial. Más aún, si son las empresas más desprestigiadas por el presidente Castillo y su pandilla, las que están apoyando a las ollas comunes en todo el país.




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