Gobernar – según el diccionario – es ejercer la dirección, la administración y el control de un Estado, ciudad o colectividad. Gobernar es mandar con autoridad. En ese sentido – para que se entienda mejor – gobernar es mantener el orden público, garantizar el libre tránsito por las carreteras, brindar seguridad a las personas e instituciones, etc.
La pregunta entonces es: ¿con qué autoridad moral, el Presidente Castillo y varios de sus ministros pretenden gobernar, si a lo largo de sus vidas bloquearon carreteras, incendiaron vehículos ajenos, destruyeron propiedades públicas y privadas, apedrearon a ciudadanos indefensos, y hasta mataron a gente inocente?
La respuesta es no. El Presidente Castillo y sus ministros no tienen autoridad moral para gobernar el país. Es como si un ladrón pretendiera educar a alguien, diciéndole que coimear es malo. O que un corrupto pregone acerca de los valores de la verdad y la justicia. Simplemente, no. Su pasado los descalifica para gobernar. No tienen credibilidad. No merecen el respeto de la ciudadanía, sencillamente porque nunca respetaron a la ciudadanía.
Y a propósito de ladrones y corruptos ¿qué son la mayoría de militantes de Perú Libre? si no unos bribones de siete suelas, que se levantaron en peso al Gobierno Regional de Junín, bajo el dominio de su líder máximo Vladimir Cerrón. Por ello resulta tan cínico e hipócrita que nos vengan con el cuento de la integridad y la lucha contra la corrupción.
Por otro lado, en el ámbito regional y municipal, gobernar es – también – administrar bien los impuestos que pagamos los ciudadanos para suministrar agua potable y alcantarillado a la población, brindar servicios de salud y educación de calidad, y otorgar licencias de todo tipo… brevetes, por ejemplo.
En ese sentido, cabe también la pregunta ¿con qué autoridad moral, muchos Gobernadores Regionales y Alcaldes Provinciales y Distritales pretenden gobernar, si son tan corruptos e incapaces. Como que 19 de los 25 Gobernadores Regionales en funciones están siendo investigados por actos de corrupción. Y como que más de la mitad de los Alcaldes Provinciales de todo el país, y cerca de 450 Alcaldes Distritales se encuentren en igual situación. Por ellos, la regionalización, la municipalización, y en general, la descentralización de nuestro país es un fracaso total. Por ellos tenemos tantas carencias y tanta pobreza… por la corrupción e ineptitud de nuestras autoridades.
He ahí el mayor problema de nuestro país. Nuestras autoridades carecen de autoridad moral para gobernar. Y – encima – la mayoría de ellos son ineptos e incapaces. Sin embargo – valgan verdades – los responsables de haberlos elegido somos nosotros los ciudadanos; los electores.
Aunque – también es verdad – los organismos electorales como el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) y la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) jugaron en pared para excluir candidaturas decentes, facilitando así la elección de nuestras actuales autoridades, a pesar de sus pasados delincuenciales.
Ahora bien – como le he dicho muchas veces en el pasado – el tema de fondo es que la corrupción no es sólo una afrenta, una vergüenza, o un deshonor. La corrupción es mucho más que un descaro moral. La corrupción es – sobre todo – una pesada e injusta carga para la población civil.
Lo estamos viviendo de manera dramática. Apenas iniciado el Gobierno corrupto e impredecible del Presidente Castillo, los precios de los productos y servicios básicos – incluido el Dólar – subieron significativamente, las clasificadoras internacionales degradaron el riesgo financiero de nuestro país, con lo cual está resultando más caro y difícil obtener financiamiento y atraer inversiones, la economía ha entrado en recesión, y la gente está sin trabajo. De buenas a primeras… ¡crisis total!
Nadie niega que no haya habido corrupción en el pasado. ¡Claro que la hubo… y de la brava! Pero mal de muchos, consuelo de tontos. Este Gobierno – en el mejor de los casos – es igual de corrupto que los anteriores. Lo cual no quiere decir que estemos bien. Al contrario, seguimos tan mal – o peor – que con los Gobiernos corruptos de pasado.
En ese sentido, nada ha cambiado. La vida sigue igual. Por eso hay que seguir combatiendo la corrupción con firmeza y valentía. Y dado que el Gobierno no podrá combatir la corrupción – puesto que el Gobierno es la corrupción – tenemos que hacerle frente desde la ciudadanía. ¡No queda otra!