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ARTÍCULOFERNANDO CILLÓNIZ BENAVIDES

Lima, 10 de julio de 2019

Eso de cambiar funcionarios públicos a cada rato es una aberración. Toda institución –ya sea pública o privada– requiere de un mínimo de estabilidad y continuidad para ser eficiente en el tiempo.

Pero no. En nuestro país, el cambio de funcionarios públicos se ha vuelto una rutina perniciosa. Cada cambio de ministro –y vaya que tenemos cambios de ministros a cada rato– conlleva la renovación de todo un séquito de funcionarios, entre los que se encuentran viceministros, directores, asesores, secretarios y demás. Incluso, en la mayoría de los casos, entran más que los que salen.

No obstante, lo peor de todo es que los procesos en curso se traban o –en el mejor de los casos– se retrasan. Por eso los servicios del Estado son tan precarios. Porque no hay estabilidad ni continuidad funcional en las instituciones públicas. Por eso los proyectos quedan truncos. Porque los funcionarios que asumen –aparte de verse obligados a transitar por la curva de aprendizaje– generalmente aplican el célebre “borrón y cuenta nueva”. Por eso tenemos miles de proyectos inconclusos desparramados por todo el país.
A este respecto, pareciera que muchos congresistas, periodistas y público en general no están conscientes del problema. Tan es así que muy frecuentemente exigen cambio de ministros por motivos verdaderamente ridículos. Lo mismo ocurre con casi todos los gobernadores regionales y alcaldes. Cuando acceden al poder –además de ingresar con su equipo de confianza– cambian a todo el mundo. Incluso a los funcionarios de carrera.

Debemos aprender de otros países donde se respeta la carrera pública. Incluso de un puñado de instituciones autónomas de nuestro país, entre las que destacan el Banco Central de Reserva (BCR), la Superintendencia de Banca y Seguros (SBS), el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (INDECOPI), entre otras.

Una cosa es la política y otra cosa es la carrera pública. La primera es alternante. La segunda es estable. Al menos, así debería ser.

A los pocos días de asumir la cartera de Vivienda, el flamante ministro de entonces, Carlos Bruce, cambió al directorio de SEDAPAL en pleno. Efectivamente, todos los directores fueron reemplazados. El aniego del desagüe de San Juan de Lurigancho fue el detonante de tan radical decisión. Días después, salió Bruce del ministerio.

Pregunta: ¿Cómo queda el nuevo directorio de SEDAPAL? ¿El nuevo ministro cambiará nuevamente al directorio de SEDAPAL? O, más dramático aún, ¿cómo queda la empresa? El hecho es que los directorios de SEDAPAL duran lo que duran los ministros de Vivienda. ¡Pésimo!

Gallegos –el Gobernador Regional de Ica– cambió a todos los directores regionales de la gestión anterior. ¡A todos! Todos los directores regionales de salud, educación, transportes, agricultura, etc., fueron removidos y reemplazados por allegados al partido del nuevo gobernador. Y junto con los nuevos directores, entraron cualquier cantidad de militantes y recomendados.

¿Resultado? La corrupción y el maltrato han vuelto al Gobierno Regional de Ica. Los proyectos hídricos entre Ica y Huancavelica han quedado truncos. Y muchos otros procesos también. Peor aún, algunos funcionarios corruptos destituidos por la gestión anterior han sido repuestos en sus cargos. ¡Clientelismo político puro y duro!

¿Cuándo aprenderemos que una cosa es la política y otra la carrera pública?