Los hogares peruanos están atravesando por una crisis profunda. De allí la drogadicción, pandillaje, alcoholismo, pornografía, criminalidad, etc. La madre del cordero está en las familias. Por eso la inmoralidad generalizada. Por eso la corrupción a tope.
Nuestras familias se están desintegrando. Nos estamos animalizando. O peor aún, nos estamos embruteciendo. Me da la impresión de que la prensa – sobre todo la televisión – tiene mucho que ver en el asunto. Nunca se había visto tanta sangre en las noticias, como ahora. Los noticieros muestran un marcado sesgo hacia noticias sobre maldades, muertes, mentiras e injusticias. “Nada bueno ocurre en nuestro país”. El Perú es lo que propalan los noticieros. ¡Una porquería! A eso nos está llevando la prensa.
Por otro lado, el consumismo nos está corrompiendo. “Todo vale para poseer un objeto de moda”. Y el relativismo es aún peor. “Da igual, lo bueno y lo malo”.
En mi niñez, el Tío Johnny nos inculcó el amor a nuestros padres y abuelos, a hacer las tareas escolares y obedecer a nuestros maestros, a jugar con los amigos, a cuidar a la naturaleza, y respetar a la Policía.
Ahora, no hay sano entretenimiento. No hay programas culturales. La Televisión peruana abdicó de su labor educativa. Lo único que hay son violaciones, drogas, crímenes, robos, asaltos, farándula y escándalos de corrupción. El dios rating es lo único que manda.
Todo lo demás, viene por añadidura. Las redes sociales – esa maravilla tecnológica del siglo XXI – se ha convertido en un antro de groserías, insultos y calumnias de la más baja estofa. Las Fake News y los Trols llegaron a nuestros hogares para quedarse para siempre.
Ante tanta degeneración, la ciudadanía empoderada debemos tomar al toro por las astas. ¡Manos a la obra! No nos negamos a las malas noticias. Pero también queremos de las buenas. Queremos entretenimiento y educación. Queremos verdad, justicia, bien y vida.
No esperemos nada del Estado. El Estado es parte del problema. ¡Es el turno de la ciudadanía empoderada! Padres de familia, maestros, periodistas, empresarios, trabajadores, religiosos, ciudadanos en general. En nuestras manos está la salida de esta profunda crisis moral.