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ARTÍCULOFERNANDO CILLÓNIZ BENAVIDES

Lima, 8 de marzo de 2021

Dar una orden a la Policía en el sentido de no despejar vías bloqueadas es señal de debilidad. No controlar ni sancionar el abuso de ciertas empresas informales en el agro denota inoperancia. Abandonar a pacientes de hospitales públicos en horario de trabajo es un maltrato cruel. Y pedir plata por lo bajo – o sea, bailar al son de las coimas – es corrupción.

Bueno pues, eso y mucho más es el Estado peruano. Y el periodismo – salvo escasas y honrosas excepciones – apaña a ese Estado fallido. ¡Así estamos!

A propósito de Estado fallido, el Congreso de la República derogó hace poco la Ley de Promoción Agraria. Y el Presidente Sagasti – ipso facto – promulgó la derogatoria… feliz. ¿Qué ley rige para el sector agrario? Una muy parecida, casi un Copy Paste de la ley derogada. La consigna era derogar la Ley Chlimper. El vandalismo pide… el Estado otorga. ¡Así estamos!

Algunos ya se han percatado de que la nueva ley agraria es muy parecida a la ley derogada. Pero no importa. La Ley Chlimper fue derogada. Eso era lo único que importaba. La demagogia y el populismo están de fiesta. El vandalismo pide… el Estado otorga. ¡Así estamos!

Mientras tanto, el Ministerio del Interior y la Policía se hunden cada vez más en su laberinto. El Presidente Sagasti apenas va por su cuarto mes en el cargo y ya va por su tercer Ministro del Interior. Y – como se sabe – cada Ministro entra y sale con su Director General bajo el brazo. Y los Directores – a su vez – hacen lo mismo con sus subordinados. Cero carrera pública, cero meritocracia, cero profesionalismo, cero continuidad funcional. ¡Así estamos!

Consecuentemente, la seguridad ciudadana es un bien escasísimo en nuestro país. Los bloqueos de carreteras aparecen aquí y allá… en cualquier momento, y por cualquier motivo. El problema es que cualquier momento es todos los días… mañana, tarde y noche. Y cualquier motivo es una huelga agraria, una huelga minera, una huelga médica; incluso una huelga de transportistas ilegales. Toda protesta conlleva el bloqueo de una carretera. ¡Así estamos!

El caos es tal, que para viajar por tierra hay que redoblar las provisiones de agua y comida. Y si hay niños de por medio, hasta en pañales hay que pensar. Los bloqueos de carreteras pueden durar hasta cinco días. Los protocolos conspirativos se han sofisticado. Aparte de apedrear a los buses y camiones con niños y mujeres adentro, los vándalos revientan las llantas de los vehículos – y en algunos casos, los incendian – con lo cual quedan convertidos en barricadas infranqueables.

Lo que llama la atención es que no hay ninguna denuncia, ni ningún detenido. Como que en Ica – en diciembre pasado – no pasó nada. Las empresas agrícolas están trabajando con total normalidad. ¡100% de afluencia de trabajadores! Los vándalos… simplemente no existen. Nunca existieron. Y el Estado… tampoco existe. Esto es tierra de nadie. ¡Así estamos!

Claro que hay que respetar el derecho a la huelga y la protesta. Y sancionar como corresponde a las empresas abusivas que maltratan a sus trabajadores e incumplen las leyes. Pero también hay que sancionar a las autoridades que no cumplen sus funciones, y a los vándalos que bloquean carreteras y destruyen todo lo que encuentran a su paso.

Estado débil, inoperante, maltratador… y corrupto. Vandalismo pide… Estado otorga. ¡Así estamos!