Por otro lado – y siguiendo con las recomendaciones de los expertos – se requiere de mucha información respecto de los infectados y de los probablemente infectados. Incluso de los sanos. ¿Quiénes son, dónde están? Sencillamente, para que los sanos no tengan contacto con los enfermos. Y ciertamente, para que los positivos – y sospechosos – guarden cuarentena.
Hoy tenemos un enemigo invisible. Sabemos que está… pero no sabemos dónde. Con dicha información, haríamos a nuestro enemigo visible y – por ende – ubicable. Las tecnologías de georreferenciación digital serían de gran ayuda para estos menesteres.
Para ello se requiere de una gran capacidad de testeo. En este punto también estamos mal. En términos relativos, muy pocas personas han pasado la prueba del Coronavirus. Cuando lo recomendable es que gran parte de la población esté diagnosticada.
A este respecto, se debería involucrar a empresas e instituciones no gubernamentales para que se sumen al esfuerzo del Estado en el proceso de identificación de los portadores del virus. Empresas grandes que tienen hospitales propios… como algunas mineras. Clínicas y laboratorios privados. Instituciones religiosas que brindan servicios de salud. Universidades que tienen laboratorios clínicos. Etc. Pero no… pareciera que el Estado quiere batirse sólo. ¡Qué soberbia!
El Dr. Harvey V. Fineberg – un experto en salud pública estadounidense – ha dado algunas pautas al respecto. Por ejemplo, identificar – también – a aquellas personas que se infectaron previamente, se recuperaron, y ahora son inmunes. Ellos son – precisamente – los llamados a cambiar la situación, al reiniciar partes de la economía de manera rápida y segura. Precisamente porque son inmunes al Coronavirus.
Los peruanos queremos buena salud. Eso está fuera de toda discusión. Pero también queremos buena economía. Como dice el Dr. Fineberg… existe una opción que limita las muertes y hace que la economía vuelva a funcionar de manera sostenible. Eso es lo que queremos los peruanos.
En el fondo, está de por medio la supervivencia de muchas personas que no tienen qué comer… si no trabajan. Y que – encima – tienen hijos y familiares que alimentar. El subsidio estatal de S/. 380 es de gran ayuda. Pero no alcanza. La solidaridad espontánea de mucha gente e instituciones benéficas también ayuda. Pero tampoco alcanza.
Lo mejor que tenemos para salvarnos de la pandemia – sin morir en el intento – son nuestras empresas. O sea, la economía.