Richard Swing no se puede quejar. ¿Qué farandulero no quisiera hacerse famoso de la noche a la mañana? Además, embolsicarse S/. 175,000 para motivar – vía zoom – a los desmotivados funcionarios del Ministerio de Cultura. Y que todo esto ocurra en plena cuarentena, cuando millones de peruanos estaban impedidos de trabajar, y miles se infectaban – y morían – a causa del Coronavirus. ¡El tipo es un bendecido!... dirán alguno. Pero no… su bendición proviene de la diosa coima enquistada en el Estado peruano. ¡Menudo problema!
Todo lo anterior es historia conocida. Las redes sociales y los medios de comunicación… todos han dado cuenta del caso Swing, con lujo de detalles. Y claro… la gente comenta, la gente se indigna, algunos incluso se entretienen. El hecho es que el contrato de marras quedó sin efecto. Sin embargo, la Ministra de Cultura mancó, y el Presidente Vizcarra reconoció que conoce a Swing. Incluso dijo que por haber participado en la campaña electoral de PPK, por ahí que Swing pudo haber tenido acceso a algunas instancias del gobierno. ¡Plop!
La pregunta es ¿cómo es posible que el Estado contrate a personajes como Richard Swing, por el sólo hecho de haber sido del entorno de las campañas electorales del partido del Presidente Vizcarra? ¡Qué tienen que ver los servicios de las campañas electorales con la función pública… digo yo! Bueno pues, eso que es obvio para muchos, no lo es para la inmensa mayoría de nuestras autoridades políticas. O sea, yo te apoyo en tu campaña electoral. Incluso te cobro por ello. Pero eso sí, si ganas las elecciones me tienes que dar una chamba en el Estado… o una obrita donde sea. ¡Así es la nuez!
Pues bien, el Estado está atiborrado de consultores tipo Richard Swing. La partida presupuestal encubridora de esta forma de corrupción endémica en el Estado se llama “consultorías”. Ahí se va una millonada del Presupuesto Público. Claro que hay consultorías útiles y bien justificadas… pero no me refiero a ellas.
Seamos sinceros. La verdadera razón de esta “consultivitis aguda” es la diosa coima. Haber contratado – repetidamente – a Richard Swing para los fines antes mencionados, denota corrupción. Es imposible suponer que no haya habido marmaja bajo la mesa. Además, es altamente probable que una parte de dicha marmaja esté en los bolsillos de quienes lo contrataron. Así funciona el va y viene del dinero sucio de la corrupción. El ciudadano aporta, el Estado malgasta, y una parte del dinero malgastado retorna a las manos inmundas de los funcionarios corruptos.
Pero la corrupción en el Estado tiene mil variantes más. La clásica coima de los constructores es una de ellas. Muchos ministros, gobernadores y alcaldes saben a qué me refiero. Y el presidente Vizcarra también. La venta de puestos de trabajo es otra forma de corrupción muy arraigada. O sea, yo te contrato, pero me pagas tanto. En el caso del Gobierno Regional de Ica hay testimonios de funcionarios cuyos pagos los hacen directamente a la primera dama; es decir a la esposa del Gobernador… para que realice “labores sociales”. ¡Habrase visto semejante descaro moral!
Pero hay más. Robo de medicamentos de farmacias de hospitales públicos, para abastecer a farmacias privadas “de enfrente”. Robo de materiales y repuestos de maquinarias y equipos… sobre todo combustibles. En el Ejército y en la Policía hay mucho de eso. Coimas a diestra y siniestra en el otorgamiento de licencias y permisos… incluido brevetes. Coimas en el otorgamiento de Títulos de Propiedad. Reembolsos de gastos de viáticos sustentados con facturas falsas. Tráfico de Títulos Académicos y Certificados de Trabajo falsos. Como dice la canción… y total corrupción hay en todos lados.
Entonces la pregunta es: ¿por qué no avanza la transformación digital del Estado, sabiendo que con ello desaparecería toda esta porquería? ¿Por qué no seguir los estupendos ejemplos de digitalización estatal de Estonia en Europa, o Uruguay en Latinoamérica?
¿Por qué no imponer la meritocracia en el Estado, y el respeto irrestricto a la carrera pública, para que los funcionaros de carrera permanezcan en sus puestos, a pesar de los cambios presidenciales, ministeriales, regionales, y municipales? ¿Por qué no seguir el gran ejemplo del Banco Central de Reserva (BCR) en estos menesteres?
Damas y caballeros. Con ustedes… la corrupción endémica y la diosa coima.