Lo cual no quiere decir que esté bien. Al contrario. Eso de tener un Presidente blandengue y pusilánime es un problema. ¡Haber cedido a las amenazas de Cáceres Llica, lo pinta de cuerpo entero! Incluso haber expuesto a jóvenes policías a recibir todo tipo de insultos – y pedradas – sin permitirles hacer uso de su legítima fuerza… ni siquiera para defenderse. ¡Qué quieren que les diga!
Pero peor aún resulta haber privado a miles de peruanos de trabajar y prosperar en un proyecto que – a todas luces – iba a generar riqueza y bienestar a Islay, a la región Arequipa, y al país entero. Además ¿cuántos otros proyectos – mineros y no mineros – dejarán de ejecutarse en nuestro país luego del fracaso de Tía María? ¿De qué valen los Estudios de Impacto Ambiental aprobados – con audiencias públicas de por medio – y las licencias y permisos legalmente otorgados, si el propio Presidente de la República puede arrugar a última hora, ante cualquier objeción o protesta?
Las cosas claras y el chocolate expreso. El Presidente Vizcarra ha herido gravemente a la minería y a la economía peruana en su conjunto. Mucho más de lo que él mismo se imagina. Ha echado a perder 4,000 empleos directos y 30,000 empleos indirectos. Él – y no el mundo… como suele decir – es uno de los principales responsables de los magros resultados económicos y sociales de los últimos meses de nuestro país. ¡Qué nos importa que Venezuela esté peor! ¡Y que Chile esté como esté! A nosotros nos importa el Perú. Y muchos peruanos están sin trabajo. Y eso – ciertamente – impacta en la inseguridad ciudadana, que cada día está peor.
Y que no nos venga con críticas a Southern Perú… la empresa que iba a hacer el proyecto Tía María. Él fue contratista de la empresa, y luego exitoso Gobernador Regional de Moquegua – la Capital del Cobre Peruano – donde la minería, con Southern a la cabeza, coadyuvó a que su región ostente uno de los mayores Índices de Desarrollo Humano (IDH) del país.
Mal. Muy mal todo lo que ha sucedido con el proyecto minero Tía María. ¡Un fracaso! Faltó liderazgo. Faltó capitán que mande. El “donde no manda presidente… manda gobernador” nos salió caro. Recontra caro.