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ARTÍCULOFERNANDO CILLÓNIZ BENAVIDES

Lima, 13 de marzo de 2020

La justicia es un don. Y como tal, debe estar al servicio del bien. La justicia debe estar basada en la verdad, solo la verdad, y nada más que la verdad. Abusar de ella sería desnaturalizarla. Sencillamente, porque todo lo abusivo es – en esencia – injusto. ¿Acaso podría haber justicia injusta?

A ese respecto, mucho de lo que estamos viendo en nuestro país no es justicia. Los más de 35,000 presos sin sentencia – muchos de los cuales ni siquiera han sido acusados – constituyen la máxima expresión de la ausencia de una verdadera justicia en nuestro país. Por más que la cantidad haya sido mayor en el pasado, el número de presos sin sentencia sigue siendo aterrador. ¿Cuántos serán inocentes?
Por otro lado ¿qué decir de la inoperancia del Estado en materia de administración de justicia? Belaunde Lossio salió de la cárcel impunemente por exceso de carcelería, sin haber sido acusado. ¡Un escándalo! Cinco años preso y la Fiscalía… nada. Ahora resulta que Belaúnde Lossio es una víctima de la justicia. Ese fiscal – el del caso Belaúnde Lossio – debería recibir una drástica sanción.

Pero sigamos. Además de basarse en la verdad – y estar al servicio del bien – la justicia debe ser benevolente y misericordiosa. Está claro que la justicia debe castigar al delincuente. Pero – a la vez – debe tratar de rehabilitarlo. Y esto último no está ocurriendo.

La corrupción enquistada en la Policía Nacional, el Ministerio Público, el Poder Judicial, y el Instituto Nacional Penitenciario ha destruido el concepto de justicia en nuestro país. No sólo por las coimas que van y vienen por todas esas instituciones. Tampoco por el abuso de autoridad, tan común en el Estado peruano. Sino – sobre todo – para la falta de benevolencia y misericordia.

O sea, por la inexistencia de un genuino propósito de rehabilitación de los delincuentes. Como que nuestro sistema de justicia vive de la delincuencia. Y – peor aún – la alimenta y se vuelve parte de ella.

Asimismo, el odio justiciero que denotan algunos fiscales respecto de sus presas – también – desnaturalizan la justicia. Lo acontecido no hace mucho entre el Fiscal José Domingo Pérez y la Asociación Reflexión Democrática así lo demuestra.

¡Cómo pudo ser posible que becar y capacitar a postulantes al Congreso de la República resulte – para el Fiscal Pérez – criminalidad organizada! Una causa noble, una loable iniciativa, pluralidad y neutralidad comprobadas, buena fe por donde se le mire… todo resultó trastocado y desnaturalizado por el odio justiciero del señor Fiscal.

¡Qué problema! Muchos peruanos vimos en él – y su equipo – una esperanza. ¡Por fin aparecía la justicia para luchar contra la corrupción… caiga quien caiga! La juventud – íntegra y valiente – salvaría al Perú. ¡Esa era la esperanza! Pero no. Una vez más, parece que ese no es el caso. Lo del Fiscal Pérez y Reflexión Democrática fue puro odio justiciero. Y eso no es justicia.

Es evidente. Estamos lejos respecto de un buen sistema nacional de justicia. Pero por algo había que empezar. Y ese algo era el equipo especial Lava Jato. Pero, así como van las cosas… hasta en ello vamos a fracasar.

Repito. La justicia es un don. Vamos por el bien y la verdad. Vamos por el castigo a los delincuentes. Pero sin abusos, ni odios justicieros.